Los nombres del yaguareté

Cuando llegaron a América los conquistadores españoles llamaron “tigre” a nuestro yaguareté (en guaraní “dyaguá-eté“: “verdadera fiera“) comparándolo con un carnívoro que ya conocían: el “Tigre asiático“. El nombre sobrevivió y aún hoy en todos los países hispanoamericanos, desde México hasta la Argentina, se lo sigue llamando así: Tigre.

Recibe además multitud de otros nombres, entre ellos podemos mencionar:

Tigra (a la hembra, a diferencia de la hembra del Tigre asiático, a la que se llama Tigresa).

Overo, Manchado (Noroeste, Salta y Jujuy).

Él, el Michilo, el Compadre, el Bicho, el tipo (Kollas de las Yungas).

Chiví-guasú, yaguá-pará, dyaguá-eté o yaguareté-hú (guaraní).

Otorunco, oturunco, oto¬rongo, uturunco o uturuncu (quichua).

Cangusú o acangusú, onça-canguçú, jaguar-canguçú; onça pintada, onça preta (melánico) (Brasil).

Pok, keyóc o “iyóc (toba).

Toguajlataj (yaguareté grande).

Wila:h´na, häyox, haiój, ahioj o tiog (wichí).

Ikém (vilela); yiquén o yquempé (chunupí).

Chalue, jalue, hallú o kalvún (puelche).

Ksoguenigoaloen, halsche¬huen o halsheuen (tehuelche).

Yaguarazú (omagua).

Mantis (campa).

Ninii (chayhuita).

Nawel, Nahuel, domonahuel o vutahuen¬chru (mapuche).

Kedók, kerók o kidók (pilagá o toba pilagá).

Regát o lidiagatgaec (mocoví).

Yahuá o iahuá (chiriguano o chané); yauí o yaí (noroeste de Brasil); yahuaré (oyampi), titi (aymara); cebro (Salta); caatai (ayoreo); imichursh o nuitymish (chiquitano).

Balam, Zac-bolay (Mayas).

Yunka (dialecto Maya Zoczil).

Sipgua (en lengua muisca -chibcha-, Colombia).

Tig marque (Guyana Francesa).

Penitigri (Surinam).

Jaguareté (Paraguay).

Panemé (lenguaje Yaruro).

Kaikuse (lenguaje indígena Pemón).

Tigre mariposo, Tío Tigre, Tiburcio, Mano ‘e plomo (Venezuela).

Los nombres Jaguar y Tigre Americano se usan principalmente en ámbitos científicos o por gente que no vive en zonas donde habita la especie.

En el noroeste argentino (Salta y Jujuy) se le llama Tigre Manincho a los yaguaretés que, según los pobladores locales, son más petisos, distinguiendo entre estos y otros “más altos y de patas más largas”. Nosotros no conocemos ninguna evidencia científica que esta diferencia sea real, pero para los pobladores es así: “Ya finó el tigre manincho…” cuenta el poeta salteño Jaime Dávalos en su monumental “El tigrero” (Link).