Descripción del Yaguareté

El yaguareté es el felino más grande de América, y el tercero del mundo, luego del tigre asiático (Panthera tigris) y del león (Panthera leo). En efecto, mide entre 150 y 180 cm de largo, a lo que hay que agregarle los 70 a 90 cm que mide la cola. Alcanza en la cruz (el lomo) una altura de entre 65 a 80 cm y su peso, si bien habitualmente ronda los 70 a 90 kg, llega en algunas ocasiones hasta los 135 kg. (y aún más).

El Yaguareté pertenece a la Familia de los Félidos y, dentro de ella, a la Subfamilia de los Pantherinos, que agrupa especies de gran tamaño, capaces de rugir, pues tienen el hioides (un hueso de la laringe) con el epihial representado por un ligamento muy extensible. Las especies más conocidas del grupo (león, tigre, leopardo y yaguareté) están agrupadas en el género Panthera. El resto de los félidos está englobado en la Subfamilia de los Felinos, que agrupa especies de mediano y pequeño tamaño y que son incapaces de rugir, debido a la osificación parcial del hueso hioides.

Su apariencia general es similar a la del leopardo (Panthera pardus), pero es de mayor tamaño, tiene el cuerpo más pesado, compacto y macizo, la cabeza más robusta y la cola más corta y delgada hacia la punta. Además el diseño del pelaje también recuerda al del leopardo, con algunas diferencias (Link a foto que compara manchas entre ambas especies). El pelaje del yaguareté es corto, espeso y brillante, con un color de fondo variable entre el amarillo y el bayo fuerte, más pálido en flancos y extremidades y volviéndose blanco en las partes inferiores, la garganta y el contorno de la boca. Sobre esta tonalidad ostenta manchas en forma de rosetas formadas por varios trazos negros (las más grandes rodean un centro de color más oscuro y tienen uno o más puntos negros), que en el lomo forman una banda irregular. Este diseño permite que su silueta se rompa o difumine con su entorno, aumentando así el camuflaje.

En esta imagen se observa como comparando las manchas de dos fotografías tomadas en momentos distintos, es posible identificar a un mismo ejemplar, en este caso se trata de Fulvio, un macho salteño.

La forma y distribución de las manchas son distintas en cada ejemplar lo que permite identificar a cada individuo, casi del mismo modo en en que es posible hacerlo al analizar las huellas digitales humanas.

Aunque mucho más raros, también existen ejemplares totalmente negros (melánicos) que tienen manchas negras brillantes que destacan sobre el fondo negro opaco. Se ha mencionado la existencia de ejemplares albinos, pero serían muy raros. Sabemos de la existencia de individuos llamativamente claros: hace unos años, en el Aschersleben Zoo de Alemania, una pareja de yaguaretés (pintado el padre, melánica la madre) tuvieron dos cachorros de esta coloración.

¿Cómo distinguimos un yaguareté de un leopardo? Ambas especies tienen rosetas en su pelaje, pero las del yaguareté tienen dentro uno o más puntos negros, mientras que las del leopardo no.

Sus patas son sólidas y más bien cortas, digitígradas, con cinco dedos las delanteras y cuatro las traseras, todos armados con afiladas garras que puede retraer durante el reposo quedando ocultas en bolsas cutáneas especiales y gracias a una específica contracción muscular puede -cuando las necesita- sacarlas al exterior.

El cráneo es muy robusto, con la caja cerebral larga y angosta y los arcos cigomáticos muy prominentes. En yaguaretés adultos o viejos, está muy desarrollada la cresta sagital.
Su dentadura está compuesta por 30 piezas (su formula dental es: i 3/3, c 1/1, p 2-3/2, m 1/1) sus caninos (“colmillos”) son grandes y tiene molares y premolares bien adaptados para perforar y desgarrar. Como todo felino, su lengua es rasposa, pues está cubierta por papilas córneas y puntiagudas que le sirven para roer y aprovechar toda la carne pegada al hueso, compensando así la falta de molares masticadores.

Entre sus sentidos, y aunque sus orejas no son muy grandes, el oído es el más desarrollado. Tiene ojos grandes y redondos, de visión binocular y en colores y ve bien tanto a la luz del día como en la oscuridad. El olfato en cambio no es tan sensible como el de otros carnívoros (los cánidos por ejemplo). Sus vibrisas faciales (“bigotes”) son largas, duras y muy sensitivas y cumplen funciones táctiles.